La lluvia, la ausencia

Aprovecho este momento de calma. Este momento justo después de la tormenta que, a minutos de haber comenzado, me obligó a cerrar puertas y ventanas, no sin antes aspirar el fuerte aroma que la lluvia esparce al contacto con las calles. La tormenta, el caos más cercano y menos catastrófico se vuelve un espectáculo apacible cuando se está protegido. Quizás tenga relación con la desgracia del otro, que sirve de entretenimiento y puede que dé consuelo al saber que siempre habrá alguien más desgraciado que nosotros.

Esto comenzó ayer y todavía no descubro cómo darle forma.

Ha sido ya poco más de un año y medio desde que cambié de vida. Llegué a un país extraño con la esperanza de encontrarme a mí mismo y terminé encontrándome con otro yo. M doy cuenta de  cuánto he cambiado cuando regreso -en el espacio o en el tiempo- al hogar materno. Francia para mí todavía es una fiesta, me da la bienvenida cada día, los brazos abiertos a pesar de las eventuales vicisitudes. No tengo nada y a la vez lo tengo todo. Vivo de ficción, y ahora puedo decir que no es sólo eso lo que me mantiene con vida: también vivo de sueños. Soy tan feliz que no me doy cuenta. Entonces pensé, gracias a Paris no se acaba nunca de Vila-Matas, que estoy viviendo mis sueños. Vivo en un país que no es el mío y que sin embargo me hace sentir en casa. Los sueños consistían en abordar un avión y dejar ese México que me vio nacer. Me podrían considerar un egoísta, un traidor sin amor a mi madre y a mi patria, pero el azar, al que muchos llaman destino, no nos obliga a quedarnos donde nacimos.

Cambié de vida. Dejé todo lo que tenía para darme cuenta de que yo no era aquél que vivía en México. Dejé toda promesa de amor, dejé mi rutina, mis amigos, mi trabajo y deshice mi plan de vida. Estaba viviendo una historia que no era la mía, la que sólo podría cambiar en un nuevo lugar. No fue fácil, debo admitir que tuve suerte. Pareciera que fuerzas misteriosas se pusieron a mi favor para pudiese llegar hasta aquí, la idea poco sensata de que alguien más trazó el camino por mí. No creo en el destino, pero el azar es lo mejor que se ha atravesado en mi vida.

Para mi país no existo porque vivo en una realidad alterna. He muerto para mucha gente que ya no es testigo de mi vaivén. ¿Acaso desaparecer no es morir? Estoy vivo, pero vivo para otros. El tiempo ha seguido su paso, esto que ahora siento jamás lo había soñado. Jamás tuve el sueño de encontrar a una mujer sin reproches, la mujer que hace de la vida un sueño. Y pensar que nunca nos habríamos encontrado si no fuésemos producto de la casualidad, de decisiones simples, banales; de encuentros y desencuentros, de decir sí o decir no. Nuestro encuentro es el resultado de nuestras dudas, nuestras preguntas, nuestros miedos. Somos hijos del tiempo. Somos lo fortuito. Somos destino que se elige con quizás una victoria y muchos fracasos. Somos una serie de probabilidades. Somos improbables. Nacimos en las antípodas. Estamos compuestos de los sueños que se cumplen, de citas que no llegan, de personas que se cruzan en nuestro sendero para quedarse, e incluso de las que no se quedan y que nos conducen a otras que persisten. Soy fatalidad y ella ha dado conmigo. Ella influye ahora en mí como yo influyo en ella.

¿Qué sería de mí sin ella? ¿Qué sería de ella sin mí? Seriamos.

Lejos ella y lejos yo. Dolor de no tenernos cerca. Solos, siempre lo hemos estado, hasta que un día alguien llega y ya no se puede ser egoísta y pensar tan solo en nuestra propia muerte. Vivimos de sueños, ¿de qué morimos?

Me moriré cuando el placer se acabe/me marcharé cuando tú decidas irte./Me quedaré si hace falta./Venceré al tiempo, desafiaré a la muerte, la confrontaré en un duelo con una sola vida como apuesta./Me revelaré contra el destino con el azar como único aliado./Evitaré la casualidad a toda costa para morirme con el tiempo./Tú mi placer, tú mi agonía./Vivo y muero de ti./Me muero de ausencia, me muero de no tenerte, me muero por no perderte.

Otra tarde que llueve, otro día que se muere y otra vida que mañana nace.


Deja un comentario